martes, 29 de abril de 2014

Cuando una puerta se cierra no se toca al timbre.

Yo y mi ego híbrido de excusas
donde alivié con eutanasia los recuerdos,
fingiendo un verdad como una casa,
que ya no quiero,
llevando a todos los lugares la impaciencia en un bolsillo,
condecorando cada historia donde hice acto de presencia,
y a su vez,
estando tan ausente.

Qué antifaz llevaremos esta vez.
Qué pretexto asimilarás tuyo.
No pretendas que esta vez mi herrumbre no me sepa deliciosa,
que albergue un miedo tóxico al contraste,
que no me crea el mejor por utopía
ni el más mediocre
por aquello de la realidad.
No me llames por mi nombre
no vaya a ser que se te olvide
y aparezcan las llamadas a Emergencias
y el calendario me vuelva a recordar
que eras tú todos los días.

Podría decir que todo esto no era más que nadar contracorriente,
que la magia nos miró a los ojos,
amenazante,
y sacó los dientes,
que hubo un barco de papel que atravesó todos los mares
para naufragar
en apenas dos mejillas.

Que esta pluma
donde el silencio muestra su estridencia
y estas alas
que solo saben planear guerras en vano,
luchas ignotas para mí,
han cerrado el candado
y tirado la llave a la jaula de mis bestias
aquellas que sólo saben
-todavía-
hablar de ti.

Solía pensar que si cerraba los ojos
estabas tú,
solía pensar que mi invidencia era cuestión de un parpadeo
-quizás del tuyo-
Te vi y podía ver…

Ahora sé que sólo éramos dos ciegos
queriendo mirar con las manos.

viernes, 11 de abril de 2014

Soneto de hielo (II)

A mí la vida a veces se me parte
y no sé dónde voy a ir esconderme
si dudo cuando a esto llamáis arte
y ni en dos versos logro responderme.

Si llevo mi chistera de estandarte,
y tiro de soneto por joderme,
porque escribir veo que es casi drogarte
y vuelve aquel recuerdo a re-correrme.

Sécame la lluvia de mis dos manos
que hay nubes que nos tapan los oídos
y los ruidos se nos hacen tan cercanos.

Nos gusta eso de andar así de heridos
y nos sobra esta piel casi de humanos
orgullosos de creer estar perdidos.

jueves, 6 de marzo de 2014

I

La triste historia del bufón de corte que navegaba siempre en los labios equivocados.
No me cuentes cuentos meretriz que sé mejor que nadie caminar hecho pedazos, y de esos pedazos he fabricado ruinas preciosas donde me hice una casita para esconderme de mí.

Me he vuelto de hielo.
Esto de la autodestrucción se nos está quedando grande y parece que nos espera la vida a la vuelta de la esquina, sin más motivo aparente que el de agotarse hasta a morir, por eso desfallecí con el último que echamos.

Cuento con que los deseos me caben en la mano pero nunca supe guardarme los silencios en la boca, y mucho menos tantas penas en los ojos.
Me queda la piel para erizarme y la ausencia para acordarme de ti.
Qué fácil resulta lamerse las heridas y volver a meterlas en el expositor pendientes de este museo donde todos miran y nadie ve, donde todos esperan que algo venga y se los lleve por delante, como aquel semáforo que está siempre en verde hasta que paso. 
No es ironía, es una putada.

Me justifico con dos frases bien escritas porque no tengo otra cosa a la que agarrarme, y ya empieza a dolerme el corazón, que es el único dedo del que me fío, y vuelvo a escuchar las mismas putas canciones buscando una respuesta distinta a este inconformismo apresurado que sirve la ilusión para cenar.

Me puse a comer sin aprender a digerir, que es como respirar sin aprender a enamorarse.
Dispárame, es para una cosa.
Somos gilipollas en clave de sol y lo de ser idiotas lo entendimos por contexto.


Bienvenido/a. 
Pasa y cierra la puerta. 
Estas son mis páginas arrancadas.

Esta vez
pienso hablar de mí.