Yo y mi ego híbrido de excusas
donde alivié con eutanasia los recuerdos,
fingiendo un verdad como una casa,
que ya no quiero,
llevando a todos los lugares la impaciencia en un bolsillo,
condecorando cada historia donde hice acto de presencia,
y a su vez,
estando tan ausente.
Qué antifaz llevaremos esta vez.
Qué pretexto asimilarás tuyo.
No pretendas que esta vez mi herrumbre no me sepa deliciosa,
que albergue un miedo tóxico al contraste,
que no me crea el mejor por utopía
ni el más mediocre
por aquello de la realidad.
No me llames por mi nombre
no vaya a ser que se te olvide
y aparezcan las llamadas a Emergencias
y el calendario me vuelva a recordar
que eras tú todos los días.
Podría decir que todo esto no era más que nadar
contracorriente,
que la magia nos miró a los ojos,
amenazante,
y sacó los dientes,
que hubo un barco de papel que atravesó todos los mares
para naufragar
en apenas dos mejillas.
Que esta pluma
donde el silencio muestra su estridencia
y estas alas
que solo saben planear guerras en vano,
luchas ignotas para mí,
han cerrado el candado
y tirado la llave a la jaula de mis bestias
aquellas que sólo saben
-todavía-
hablar de ti.
Solía pensar que si cerraba los ojos
estabas tú,
solía pensar que mi invidencia era cuestión de un parpadeo
-quizás del tuyo-
Te vi y podía ver…
Ahora sé que sólo éramos dos ciegos
queriendo mirar con las manos.